sábado, 12 de febrero de 2022

Beirut, dos veces París y un pueblo inglés.

Esta vez retomo el blog. Últimamente me había decidido por el tuiter, pero lo de subir la portada, buscar uno de los hilos del que debería ser el hilo único para las lecturas y la velocidad a la que los devoro (es lo que tienen dos horas de viaje diarias en metro), ha hecho que se vaya acumulando las lecturas y esto parece más rápido.

Como siempre, el compendio es puro eclecticismo y ninguna guía más que estar ante los estantes de la biblioteca, mirar la contraportada y decir, venga. Por lo menos, lo ha sido en dos de los tres. El tercero ya venía predeterminado por lecturas anteriores.

Al meollo, vamos. Estoy escribiendo y todavía no me he decidido si ha listarlos cronológicamente, según los leí; o hacerlo según el resultado de la lectura. Es lo de menos, pero así voy haciendo tiempo para ordenar ideas, ya que esto va del tirón, sin guiones, esquemas, borradores. Tal com raja que decimos por estos lares.

Vamos a lo cronológico.

El título del post se refiere a la ubicación de los libros, a las geografías, que más o menos determinantes, son el escenario en el que se desarrollan las historias.

El primero de la triada fue Rosy & John  de Pierre Lemaitre. Este, a poco que hayáis mirado los títulos de los posts, es el que viene predeterminado. Antes cayeron los dos primeros que escribió Lemaitre sobre el singular Camile Verhoeven. Sinceramente, bastante normalito, dentro de la tendencia que marca toda la serie. Nada destacable, salvo el final y la relación entre dos de los personajes que protagonizan la historia, Jonh y su madre. En el fondo, se vislumbra el mundo de las relaciones tóxicas entre familiares con cierto aroma incestuoso. Se intuye, se esboza. Es más algo de la pertenencia mal entendida, con el típico argumento de hacer lo que fuere para conservar a aquello que consideras que es tu propiedad. A esta situación, el otro protagonista solo ve una solución: cortar por lo sano. Vais a leer tres el post, pero tampoco lo voy a destripar. 

Verhoeven parece ser un personaje accesorio, a pesar de llevar el peso de la narración, pero no deja de ser el medio para los fines de John. Sirve de contrapeso a las altas instancias del poder, incluyendo el manido más vale maña que fuerza. Es el insatisfecho crónico de las explicaciones fáciles y siempre está pensando que algo se le escapa. Efectivamente, no puede controlar lo que no depende de él, sino de voluntades ajenas. 

Por cierto, transcurre en París. Por lo de título.

Vamos a por el segundo. El misteri de la senyoreta Hargreaves. Empecemos con una tontería que me venía recurrentemente a mis pensamientos mientras lo leía, no paraba de recordar al exjugador de fútbol que jugó en el Bayern y en el Manchester United, Owen Hargreaves. Lo sé, es una tontería, pero como escribo yo, pues eso.

Buff, es lo primero que se me ocurre decir. Caí bajo las trampas que los editores plantan en las contraportadas. Es un libro escrito en los años 40 del siglo XX, así que tiene todos los condicionamientos de la época y no es, precisamente, un libro que sea fruto de la subversión. 

Este lo puedo destripar algo más, trata de dos amigos que viajan a otro pueblo, creo que en Irlanda (ahí la memoria, haciendo de las suyas) y para vacilarle a un viejo párroco, le hablan que conocen a una familiar de otro religioso vinculado con el templo que están visitando, una catedral, creo (la memoria a tope, ¡eh!). Pero el personaje es pura invención de uno de los amigos, con la ayuda del otros para la construcción del personaje. La cuestión es que al poco de volver, recibe una carta enviada por la persona que se inventaron a uno de los amigos. Aquí empieza el tedio, la verdad. No hay mucho que sacar, salvo lo presente que estaba la religión y la iglesia en la sociedad en ese momento. Sobre todo en pequeñas poblaciones. Bueno, también está el tema de los diferentes credos que cohabitan y las suspicacias entre uno y otro credo.

No sé, no tengo excesivos recuerdos. Me pasa con muchos libros, pero pasado cierto tiempo. Con este, el olvido ha sido bastante más rápido. Pero vamos, que no es de los que hayan provocado alguna reflexión mientras avanzaban las páginas. Al contrario, el deseo por ir acabándolo (sí, podéis decir, lo puedes dejar a medias; pero una vez me pongo, lo acabo) hacía que incrementase la velocidad de lectura sin más ánimo y motivación que llegar a la página final. 

Si lo veis, huid. No como de La historiadora de la Kostova, pero sí como para apartarse lo suficiente. No sabéis el favor que os hago con este consejo.

¡Ah, que este es el del pueblo inglés! Creo que ya lo comento.

Para acabar, vamos a por el mejor. Una lectura que va a provocar que vaya acabar leyendo toda o casi toda la producción literaria de su autor. Se trata de La quarta paret de Sorj Chalandon.

Resumiendo, lectura obligatoria. Resumiendo, ante tu ideario, asume tus incongruencias, no busques que todo se coherente, pero cuestiónatelo todo. Resumiendo, dos hechos iguales, son iguales, es igual que los que estén en lados opuestos intercambien posiciones. Resumiendo, tres tragedias: una clásica, Antígona; un  país, el Líbano de los ochenta; una personal, el protagonista.

El libro es un todo, no sabría como hacer una reseña del argumento. Discurre alrededor de la vida del narrador, que es un joven activista que acaba como director de teatro para representar el proyecto de una persona que es fundamental en su vida. Director de una versión de Antígona, representada durante la II Guerra Mundial y que ahora quieren representar en el Líbano desangrado por la intransigencia religiosa de las comunidades que lo forman y donde se entrecruzan los principales credos mediterráneos: cristianos, de diferentes versiones (maronitas, principalmente); árabes o musulmanes (drusos, chiítas y palestinos) y judíos.

El sueño del director que lo proyecta es que la tragedia sea representada por actores de los diferentes bandos en conflicto, en el Beirut asolado por la metralla y las bombas, una ruina de ciudad, en un lugar justo en medio de la separación de los bandos. La intención, hacer partícipes a todos los contendientes, de lo absurdo de la tragedia que supone inmolar a una población en pos de una superioridad moral respecto al resto.

La narración es aclaparadora, es cruda por momentos. Es un constate cuestionarse posiciones, pensamientos, ideales, obligaciones hasta el punto que todo va infectando al protagonista que se ve arrastrado a la tragedia real desde la tragedia teatral. 

Lo que tengo claro es que me va a tocar leer a Antígona, releer este libro para entender todo aquello en lo que interseccionan ambos textos y la realidad que le sirve de escenario, como obra de teatro que no deja de ser.l

Chalandon, estás en la lista. Es uno de esos autores que deberían hacer a mucho flipado con contactos, el hecho de publicar las páginas que salen de su imaginación, si entre ellas no hay más de una docena que se acerquen a lo que el francés nos narra.

Me dejo, me dejo mucho que contar de este libro y como impacta, como sitúa a los personajes en su contexto y como se ven arrastrados por la locura de la guerra y las posiciones inamovibles.

sábado, 18 de diciembre de 2021

Lemaitre negro

Esta entrada tenía sentido hace diez días o más. Ahora ya solo puede ser los rescoldos de una hoguera extinta, humeante, en la que tres brasas apenas desprenden calor, color y un atisbo de luz.

La pretensión era comparar a los dos Lemaitre, aunque en ocasiones están muy cerca, en tanto que toca esa oscuridad que se cierne sobre nuestras personalidades, ese pequeño (en otros casos no tanto) y oscuro deseo, suspiro, anhelo.

El objeto de la comparación era darle un pequeño palo al Lemaitre de la serie de Verhoeven. Ese en el que se torna un autor más simple, más lineal, sin sorpresas, sin profundizar, quedándose en los cánones del género, no salirse de la lucha entre el criminal y su castigador.

Esta sensación la tenía desde antes de empezar a leerlo, en cualquiera de sus dos facetas. De hecho, empecé con la que no le ha propiciado la notoriedad, acompañada de sus euros, que no quiere decir que no sea rentable.

El Lemaitre fuera de la novela negra, sobre todo el que se explaya durante el periodo de entreguerras con su trilogía, tiene una profundidad en sus miras e intenciones que van más allá del hecho de explicar una historia y las vicisitudes de los personajes que pueblan sus páginas (voy a topicazo por línea), se dedica a retratar a toda una sociedad, con sus virtudes (escasas) y sus vicios (en franca expansión).

La mencionada trilogía es menguante, sobre todo perceptible en el tercer volumen, pero como obra que conjunta es notable, tanto en planteamiento, como en su desarrollo. Por cierto, es una obra circular, de lo que recuerdo: comienza en una trinchera al final de la I GM y acaba en la ligne Maginot y la huída desde esta con la invasión nazi. 

El resto de su obra es singular, en planteamiento de las situaciones y como se desarrollan estas: una víctima que se torna ángel vengador; un niño asesino y un ejecutivo en el filo del abismo. En estas novelas, las situaciones planteadas son extremas, como lo son la reacción de sus protagonistas.

Al tema que me pierdo. Volviendo a coger el hilo, el Lemaitre de Verhoeven es demasiado canónico, clásico, por decirlo de alguna manera, pero sin llegar a mostrar los bajos fondos que los escritores norteamericanos de principios del XX nos iban mostrando, dejando en evidencia que en los sesenta, setenta u ochenta todo eso que parecía tan moderno, no lo era tanto.

En principio, no quería leer nada de eso, yo es que lo de los superventas (lo de best sel... os lo empaquetáis en el recto) y lo de "el fenómeno literario del milenio en..." ya me pone a la defensiva. Pero, hete aquí, que me apunté a un club de lectura (eufemismo de geriátrico) y había uno, Alex. Lo que te lleva a leer el primero.

Bueno pues que eso, que no hay mucho a lo que agarrarse, salvo a que Lemaitre construye a los personajes concienzudamente. Pero si la historia no tiene más enjundia, pues que pierde interés. El primer libro no deja de ser una copia de Seven, sí, la película. Lo que pasa que en lugar de ser los pecados originales los inspiradores son obras clásicas de novela negra. Hasta aquí la originalidad, por que desde que se empieza a plantear la historia, el final es claro y diáfano. Vamos que es el mismo que en Seven (siento el desvelarlo) lo que te deja más frío que otra cosa.

El segundo, el mencionado Alex, es por el estilo. Pero se ha de reconocer que los giros que hace durante la trama son sorprendentes y poco forzados, casi naturales. Cierto que al final del primer giro, puede ser inverosímil pero reconduce la historia por un camino sorprendente. Cosa que se incrementa con el giro final, en el que se desentraña el porqué de todo lo acontecido hasta el momento.

Para mí es inferior el Lemaitre negro, pero para gustos el arco iris y todos sus colores, que cada cual se quede con el suyo o con todos, que no entiendo la manía de las preguntas duales con la posibilidad de escoger una única opción.

Esto tiene la coherencia y el sentido de algo que no tenía que estar escrito hoy y a estas horas, que por mi cabeza rondaba escribir sobre otro tema y en otra parte, pero como ya tenía el título, pues para adelante. Total, esto, como casi todo lo que escribo, no dejan de ser un entretenimiento y un entrenamiento para mi neurona y su capacidad de llegar a unir tres palabras y construir una frase con medio sentido.

viernes, 8 de octubre de 2021

Los cuatro jinetes de la apocalipsis.

 Hacía tiempo que no me dejaba caer por aquí y menos para escribir sobre un libro. La neurona que va a su ritmo y que decide cuando producir y cuando no.

Siempre había estado ahí, pendiente, con ese título tan descriptivo y tan grandilocuente. La apocalipsis como paradigma del fin de la civilización. Algo de eso hay en el libro, pero claro, como ya sabéis, no fue el final de la civilización, occidental, claro. Eso, el que lo haya leído. El que no, pues no tiene ni idea. Pero vamos, que estamos hablando de la Gran Guerra, que pasó a ser la I Guerra Mundial el día que Hitler decidió ir de excursión a Danzig con sus panzerdivision.

A ver lo que recuerda mi neurona sobre el argumento o la historia que cuenta la novela: nos encontramos en el viaje de vuelta de un argentino hijo de un francés que vuelve a Francia. En el viaje, que comparte con la mayoría del pasaje de nacionalidad alemana, el tema de conversación es la proximidad de la guerra, de la cual, según la mayoría de los que copan los camarotes del trasatlántico, será ganada sin esfuerzo por los ejércitos del Reich (sí, ya era Reich con Bismark y Guillermo I). Del viaje y los devaneos sentimentales del argentino, pasamos al origen de su familia y como forjó su fortuna y el viaje de toda la familia de vuelta a la Francia, madre patria. 

El resto de la narración discurre desde los días previos al inicio de la guerra, la movilización y los primeros combates hasta la batalla del Marne y la victoria sobre los alemanes y el inicio de la guerra de trincheras.

El libro está muy bien, cierto que toda la parte que transcurre en Sudamérica puede parecer fuera de lugar, en cierto punto, desubicada, el sentido de la narración la acaba reubicando y adquiere su sentido.

Yo me he tomado el libro como una exposición de todos los deseos, ambiciones, actitudes y pareceres del ser humano. Como los acontecimientos van moldeando los pensamientos y los actos, como el determinismo de las grandes corrientes sociales, arrastran a los individuos y, en especial, como la guerra manipula y modifica todos los posicionamientos de las personas: ideológicos, personales, morales y éticos. 

La guerra no solo devora cuerpos, vidas, propiedades y territorios sino que socava los más firmes pensamientos de las personas y sus actitudes hacia terceros y, dependiendo del bando, incluso lo hace con los que son parte de tu propia familia.

La guerra lo pervierte todo, convierte en monstruos hasta al más insignificante e irrelevante de los seres humanos, como pervierte a las mentes más preclaras y son arrastrados por la vorágine de la violencia propia de los conflictos armados.

Pero, a pesar de todo lo bueno, no es perfecto y, desde mi insignificante punto de vista, le he encontrado cierta tendenciosidad. A ver, que se puede entender contextualizando la época en la que fue escrito. 

Lo primero a destacar es la animosidad contra lo germánico. Desde el principio va dejando pinceladas de la prepotencia prusiana, de como el culpable claro y sin ambages de la guerra es Imperio Alemán. Los historiadores creo que serían más cautos, ya que toda la inercia del imperalismo de finales del siglo XIX ya llevaba el marchamo de que esa carrera colonial y armamentística solo podía tener un final: la guerra. El agraviado en el pasado busca, en base a constantes provocaciones, resarcirse de su posición en desventaja frente al resto de imperio. Pero los imperios no ceden: conquistan o son destruídos.

Que nos vamos del tema. Creo que dentro de la tendenciosidad, esto es lo más suave. Su animadversión por lo germánico puede verse reforzada por el hecho que el libro podría parecer un encargo del presidente de la república francesa, Raymond Poincaré. Claro, si te llevan a ver los desastres de la guerra, vas a atenuar los excesos cometidos por el bando que te ha venido a buscar. Pero, puedes hacerte una idea que en la guerra, los excesos de un bando pueden extrapolarse al resto de contendientes.

Otra cosa que me chirría es la forzada distinción entre patriotismo y nacionalismo. Para mí, ambos términos son iguales y, quizás, sea el patriotismo el más nocivo, implica una obediencia ciega hacia ese ente abstracto que es la patria, algo más visceral, más intrínseco, algo de lo que se forma de manera inconsciente y por lo que se lucha con la misma inconsciencia. 

Es curioso como Blasco Ibáñez glorifica la renuncia a los principios y la ideología en defensa de la patria. Subordinar unos intereses difuminados, que se definen por la defensa de la integridad territorial, pero disfrazándola con ciertos valores y simbología patriótica, que hacen que esa renuncia no sea tomada como una traición a los principios que rigen tu vida.

Hay un personaje, un exiliado ruso, que es el que ejemplifica todas las contradicciones que se desarrollan en la novela: su estatus, resultado de la lucha contra la tiranía zarista y en pos de un bien social y común para la clase trabajadora, pero como su crítica al militarismo germánico, que no hace extensible al francés (la movilización no deja de ser algo parecido y un ejército no se monta en dos semanas), diluye sus principios ideológicos, dejándolos de lado, en pos de la victoria sobre ese militarismo, sin más exigencia, por su parte, de que todo continúe igual. Estamos ante la dicotomía ganar la guera o hacer la revolución, para la clase trabajadora, que será la que engrose y engrase la maquinaria de guerra sedienta de sangre (toma licencia literaria).

Creo que he divagado demasiado y que a estas horas, lo único productivo por parte de mi neurona es dejar de teclear, que puede llegar a soltar cualquier barbaridad.

Para terminar, acabar con el final, que como en todo libro es lo menos importante. Lo importante en un libro es el desarrollo, el camino que va abriendo palabra a palabra, impregnando nuestra conciencia de todo aquello que piensa que tiene relevancia para el lector, ya se con una intención o con otra, quiero decir una intención sincera o espuria.

jueves, 27 de mayo de 2021

Delicadeza

No, no es el título de ninguna novela, ni libro de poesía, ni ensayo, ni libro de autoayuda. Es una palabra. El diccionario dice lo siguiente


(Nota: el diccionario superando mis expectativas)

Todo el rollo viene a cuento de lo último que he leído. Tan prescindible que obviaré el título y a su creador. Con uno que sufra, hay suficiente.

Al tema, la cuestión es como nos obligamos a amoldarnos a esta palabra. El libro fue un regalo. Por lo que hay que ser delicado: agradecido y, aunque intuyendo que no va a dar, ser suave a la hora de emitir un juicio sobre la lectura a la persona que te ha hecho llegar el libro como un presente con toda la intención de que sea de tu agrado. Por aquí pulularía la honestidad, pero ya sería otro tema.

Delicadeza, de la persona que se dedicó a escribirlo, para saber que igual era mejor que se quedase en su archivo, como un intento fallido, como algo que "en su cabeza sonaba espectacular". Pero no, el ego, alimentado por terceros, puede sobre la razón y nos brinda semejante cosa.

Ahora vamos con la editorial. A esta le vamos a dedicar la cuarta acepción. Básicamente, por ausencia de ella. En una doble vertiente: primero, por la falta de escrupulosidad al considerar que esto era editable; y, segundo, por la falta de escrúpulos con tal de vender libros, al precio que sea. En este caso, el estandar 19,50 euros.

A la editorial sí que le vamos a dar un palito. Tusquets. Vaya tragedia desde que ha caído en manos de Planeta. Creo que antes tenían algo más de criterio. Pero vamos, que no deja de ser un negocio, así que no nos sorprendamos.

Hasta aquí mi pedante ataque de crítico trasnochado, perdido entre efluvios etílicos a altas horas de la noche (venga topicazos).

viernes, 19 de febrero de 2021

Mierdas de unas tardes de verano de los 90, en un almacen del Baix.

 El título lo dice todo, un texto escrito sin sentido durante ratos robados al curro en un almacén en un verano de los 90.

 

Durante aquellas horas se creyó feliz, aunque por momentos volvía a la realidad. Todos se desinhibieron durante unos instantes, pero algunos se resistían a abandonar el rol tan asumido que tenían durante el resto del día.

El objeto de sus fauces siempre era el mismo, aunque a veces cambiara de rostro, pero en el fondo era siempre despreciar a aquel que no seguía el ritmo que ellos marcaban.

Resultaban toda una fauna, a veces simpática y graciosa como los animales, pero siempre con la garra a punto de dar el zarpazo como las fieras. Al acecho sobre cualquier víctima, la más cercana, paradójicamente siempre estaba fuera de su alcance físico.

La palabra, palabras son y se las lleva el viento. El maestro estaba aleccionando al alumno que escuchaba con gran atención, no le replicaba en su lección, que quizás no llegase a comprender, o ni siquiera tuviese la intención de aprender, pero claro, el profe manda y alumno escucha y obedece.

Claro que una lección no es una orden, ya que las órdenes se suelen cumplir y aguantar la lección y el discurso es un trámite que se ha de pasar para que llegue la hora de salir y volver al mundo que to el mundo corresponde según su historia.

El invierno siempre era duro y las tormentas impedían que llegase el día claro y soleado en el que la oscuridad daba paso a la luz.

Se encontró ante un gran cadáver que constituía aquello que le rodeaba. Era tan decrépito que el cadáver, frío, ya parecía empezar a descomponerse. Aquello apestaba, los arrebatos irracionales y de mal genio de aquel personaje parecían irritar enormemente al maestro, que veía en aquel la manzana podrida que acaba pudriendo al resto de la cesta.

Era tal la ira que tenía que contener que debería estar a punto de estallar y ésta la debía contener, por que el torbellino de irracionalidad y espontaneidad podía llegar a ser peor que aguantar por dentro, ya que no tenía casi nada que perder mientras que el maestro no podía responder a la provocación, ya que allí estaba su futuro (joder, qué futuro), aunque lo negara constante y contundentemente.

Sí, era el maestro de los fantasmas y como era el rey debía dar muestras cada vez que se le presentaba la ocación.

Había por allí, desde su atalaya contemplativa, otros huracanes difíciles de controlar, más cerebrales y menos espontáneos, pero con la misma intensidad. También era más difícil de detectar.

Que poca tranquilidad se respiraba en aquel ambiente. Se veía amenazado por un mar de situaciones nuevas, que desbordaban sus posibilidades de control. Estaba siendo superado por las circunstancias.

Hasta llegar a aquel estado de ansiedad provocado por unos acontecimientos, frustrantes en la mayoría de sus experiencias o tan siquiera habían llegado a ser experiencias, ya que se habían quedado en un quiero y no puedo, bueno y no quiero por...; estos acontecimientos venían a ser el resultado de la presión ambiental a que estaba sometido, todo aquello que lo rodeaba y que se suponía que debía acoplarse perfectamente, como se ensamblan las piezas de un automóvil, hechas para encajar.

Esto pasaba por su cabeza, mientras él continuaba allí agazapado en la oscuridad de aquel habitáculo, sofocante, agobiante, claustrofóbico, en el que se encontraba en aquel instante, y que tanto tiempo le costó construir para llevar adelante aquel plan que debía cambiar su vida y que tanto cambiaría.

Volvamos al principio, quizás sea lo mejor para comprender como se puede llegar a aquella situación.

El cotidiano devenir de los días era la norma de aquellos tiempos. Todos los días eran prácticamente iguales.

Se levantaba tarde, bueno, no madrugaba, pero para no trabajar, levantarse a las 9:30 o las 10 no era muy tarde, y más sobre todo no teniendo otra cosa que acabar acostado sobre el sofá del salón, tragando cualquier tipo de programa abominable, hecho para atraer la atención de las amas de casa, marujas y demás especies de la fauna matinal y hogareña.

Cuando era la hora en que sus colegas se levantaban, los llamaba para ir a tomar unas birras, para hacer tiempo hasta la hora de papear.

Se apalancaban en el bar de siempre. El dueño era un tipo vulgar, tripón con un bigote desaliñado y siempre mal afeitado. Siempre estaban haciendo comentarios sobre la poca escrupulosidad del dueño a la hora de realizar las tapas que servía a una clientela típica de un barrio periférico y obrero de la gran ciudad.

Estaba sudando. Un sudor frío le recorría y helaba su espalda, su frente. Un frío que le calaba hasta los huesos. La tensión que estaba sufriendo en aquel angosto habitáculo, llegaba a niveles insoportables, que no tenía más remedio que apagar con tranquilizantes. Productos a los que se había hecho adicto tras una crisis nerviosa, después de la última batalla familiar, siempre por el mismo motivo, el trabajo, el dinero, sus padres... Era el mismo círculo que se repetía cada año, después de perder un trabajo, buscar y no encontrar nada y desistir en la búsqueda.

Estaba en la penúltima fase de ese plan, que creía que era perfecto. Estaba a un paso de la gloria o del fracaso, del paraíso o del infierno, a un paso de todo o de nada. Era blanco o negro, no había gris. El término medio des unos momentos ya no era posible, no existía.

Llevaba metido poco más de diez minutos y pensaba que había pasado casi una eternidad, pero sólo eran diez minutos y le quedaban todavía dos horas para poder empezar a seguir la última fase de su plan.

En aquellos momentos de tensión, se mezclaban recuerdos del pasado con la ansiedad de aquel encierro obligado. Se le pasaban por la cabeza mil recuerdos, de infancia, adolescencia, de juventud. Todos aquellos, buenos y malos momentos que habían quedado grabados en su mente y que ahora volvían a brotar en su consciente.

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Tiene cero valor literario o narrativo, siendo muy generoso. Ha sido una vuelta al pasado, un intento de ubicarme en aquellos momentos, ya que todo surgió del pasar de los días rodeado de amigos, capullos, libros de texto, polvo, calor y sudor.

Un salto a un pasado que en un momento plasmé con lápiz y papel.

sábado, 16 de enero de 2021

¿Por qué no leo a escritores de las dos últimas décadas?

Tenía esto más abandonado que el Estado a la Sanidad y la Educación. El motivo no era otro que, al no tomar notas durante las lecturas, cuando recapitulaba lo leído, entre lagunas, olvidos y vagos recuerdos, lo que iba surgiendo no tenía ni pies ni cabeza. Vamos, que era bastante pobre, deslavazado y poco congruente. Para eso, mejor dejarlo.

Pues la introducción liga con el motivo del título de la entrada. Para escribir algo carente de coherencia, con idas y venidas, sin sentido y sin saber como ligar un tema con otro, mejor el blanco.
 
Eso es lo que pienso de la mayoría de los escritores a los que me intentan a vender desde cualquier programa de televisión o radio. Te pintan como historias íntimas, universales, personales, imperdibles cualquier texto, que oyendo al escritor, dudas que tenga más calidad que la cartilla Palau (Sí la de la p con la a pa). A parte de que la temática es más manida que la vida de los que prostituyen su poca dignidad en las tardes de Mediaset. Estoy hablando, concretamente, de escritores españoles y catalanes. En Europa, alguno se salva.
 
Estos dos últimos años me han dejado muy impresionado dos escritores: uno checo de entreguerras y una escritora del sur de los EEUU de los años 40-50. Después de leer algunas de sus novelas, tanto en sus temáticas como en su estilo literario y, sobre todo, como reflejan el mundo en el que las enmarcan, me pregunto como muchos de estos nuevos escritores tienen la vergüenza de publicar las memeces que publican. Solo escucharlos provocan vergüenza ajena. Casi tan grande como la de los periodistas que los promocionan. Estos autores son Jirí Weil y Carson McCullers.
 
Creo que esta gente debería pararse a pensar medio segundo, coger algunos de los textos de los citados autores, leer un capítulo y preguntarse a sí mismo ¿esta mierda que acabo de escribir se puede comparar con alguna simple frase de estos escritores? La respuesta os la adelanto, no. Acto seguido deberían estar quemando los manuscritos e ir a la sección de empleo de cualquier diario o a una página de búsqueda de empleo.
 
Pero me temo que la literatura es otra industria, además muy proclive al postureo y a lo ceremonial de la entrega de premios. Baste de ejemplo que un ejemplar del Planeta y otro del Ramon Llull estaban disponibles en el punto verde del barrio, donde puedes llevar los libros viejos y que no te interesan.

Retomando la introducción, como no confío en la calidad de mis escritos me he dedicado a montar un hilo en tuiter con cuatro notas, con dispar fortuna en su redacción.


 

El hilo se estira y se deshilacha en diversos hilos, producto de mi incapacidad de ir al último tuit y escribir el correspondiente al último libro leído.

 

domingo, 2 de junio de 2019

El dictador i l'hamaca (Le dictateur et l'hamac)

Sin voluntad ni intención alguna, las tres últimas lecturas tienen cierta relación. Mejor dicho, HHhH está relacionada con las dos siguientes: Viure amb una estrella y El dictador i l'hamaca. No es que sea una relación directa, pero si existe. Mientras que con la primera la une el tema de la ocupación nazi sobre Praga, con la segunda, la relación no es de fondo, sino de forma. Con El dictador i l'hamaca la relación es que tanto Pennac como Binet utilizan como van escribiendo la novela y el contenido de la novela para escribir su novela.

Creo que la introducción ha quedado algo confusa, lo que venía a decir es como una tercera novela elegida al azar, acaba ligada con otras dos que sí tenían alguna relación. Bueno, esto era para rellenar mientras pienso qué digo sobre el libro de Daniel Pennac.

Es un libro curioso. Es un desordenado conjunto, en el que van confluyendo personajes según avanzan las tramas y que el autor va recosiendo con la supuesta narración de cómo va escribiendo el libro.

Siguiendo con lo anterior, el libro comienza como si fuera a narrar la historia del ascenso y caída de un dictador en un país imaginario en Sudamérica, donde confluyen política, poder, ambición, mísitca y superchería. Una "bruja" describe el devenir del dictador, que acaba produciéndose, por lo que éste intenta poner remedio poniendo a un doble que se dedique a cumplir con el papel que éste le encarga. Pennac lo explica todo muy rápido, pareciendo una introducción que desarrollará durante el resto del libro. Pues no. La vida del dictador vuelve anecdóticamente durante la narración, ya que a partir del momento de su muerte predecida, son otros los que toman protagonismo. Principalmente, uno de los dobles que decide poner a otro como doble y que sueña con realizar carrera como actor, visto el éxito de su papel como doble del dictador. Pennac narra las penurias de éste desdichado hasta que llega a Hollywood donde acaba muriendo durante una proyección de El gran dictador.

Pero esta parte de la historia no la narra, en su totalidad, el propio Pennac, ni tan siquiera el propio doble, para ello se vale del papel de la joven acomodadora que encuentra el cuerpo inerte del doble al finalizar la película. Y, con este nuevo personaje, se acaba cerrando el círuclo que se inicia con el dictador, ya que acaba vinculando la vida de este doble y de sus sucesores, hasta los dos últimos, unos hermanos gemelos. A uno, el más noble de sentimientos y actitudes, lo asesina el propio dictador de vuelta de su exilio voluntario por Europa (para vivir la vie en rose), mientras que el otro, más ambicioso e inmisericorde, muere a manos de los que orquestaron la operación del dictador y de sus dobles, al intentar un alzamiento, haciéndose pasar por el dictador resucitado, como un ave fénix en búsqueda de una nueva era.

Curiosidad: no sabía como enlazarlo con el resto del texto, pero hay un momento importante sobre la importancia de Chaplin y Rodolfo Valentino en el cine y como simbolizan la fuerza de este nuevo arte (la narración se enmarca a principios del siglo XX). Al igual que significan dos cosas diferentes: el fin de una era, el cine mudo; y la adaptación al mundo naciente del cine sonoro, Chaplin.

Pennac nos hace visualizar el poder en toda su extensión, en como su posesión permite manejar, manipular, engañar, someter y sostener a ciertos intereses de un reducido nombre de personajes, que tienen como máxima ambición controlar todo lo que se mueve a su alrededor para evitar que se produzca el mínimo ápice de cambio. Que el cambio, si es necesario, ya lo pilotarán los que lo han de pilotar y no alguien que no entienda que todo ha de cambiar para que continúe igual. Vaya, el famoso "todo atado y bien atado".

El libro tiene momentos de análisis lúcido y brillante sobre las dinámicas del poder, sobre lo que se cuece a las sombras y espaldas de los pobres ciudadanos, y sobre como el poder controla todo lo que necesita controlar. La conversación final entre el gemelo doble del dictador que intenta montar una revolución y el militar, amigo íntimo del dictador, que acaba tomando el poder es magnífica y la constatación de lo que vale la confianza en confrontación con el valor de conservar la vida.

Al final, para no saber que escribir, me ha salido un texto largo. Sinceramente, animo a que consideréis (si hay alguien que llegue a leer esto hasta aquí) esta lectura.